Este Pregón se comenzó a escribir físicamente el día 25 de diciembre de 2003, día de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, delante de un pequeño "Portal de Belén" casero montado por mis hijos Juan José y María de los Desamparados, para revivir como cada año, con alegría renovada, la buena nueva del nacimiento del Señor; desde la lejanía de un pueblecito almeriense situado a orillas del Mediterráneo; desde la nostalgia del que, por unos motivos o por otros, se encuentra fuera de la tierra que le vio nacer; con la alegría de ver como las generaciones venideras recogen el testigo de la FE.

 

Decía, que comenzaba a escribirse físicamente en esa fecha mágica, porque en mi subconsciente probablemente comenzara a gestarse mucho antes. No sé si días, si meses, si años... quien sabe. Puede que incluso siglos... Porque ¿qué cofrade no ha soñado alguna vez con pregonar su Semana Santa?. Publicar y hacer notorio, en voz alta, para que todos se enteren, sus sentimientos cristianos y cofrades, su alegría de ver que Cristo está vivo, de cómo su  Hermandad en estación de penitencia, nos recuerda cada año, que Jesús vivió, padeció, sufrió y murió en la Cruz por nosotros, y que al tercer día Resucitó; y que está vivo, y que después de dos mil años, permanece ahí en nuestros corazones, y en nuestras casas y en nuestras calles, por donde quiera que andamos, dispuesto a ayudarnos, a hacernos más hombres en el sentido humano de la palabra, sin exigirnos nada a cambio.

 

O mejor dicho, exigiéndonos muy poquito: solo un poquito de FE. Y mira hermano, que a veces, aun siendo tan poca su exigencia, ni siquiera eso le damos.

Y yo sé que tu sufres, Jesús

Sufres  al ver como tus hijos

Continúan matándose en guerras injustas

 

Sufres con las injusticias del mundo

Con la falta de solidaridad de los hombres

Sufres con la pobreza, con la marginación, con la desigualdad

 

Yo sé que tú sufres, Jesús

Sufres por los sin voz

Por aquellos a los que nadie quiere oír

¡Que son muchos, Señor!

 

Sufres por las familias rotas

Por los niños inocentes que sufren

Por el desamor

Por el egoísmo que invade a los hombres

Por la avaricia y por la envidia

 

Yo sé que tú sufres, Jesús

Sufres como Padre -igual que hace dos mil años sufriste como Hijo-

Por nosotros tus hijos

Porque tú Señor

Eres nuestro Padre

NTRO. PADRE JESÚS NAZARENO

 

 

Gracias Señor por escogerme entre tus fieles.

Gracias a vosotros los jóvenes que conformáis este Grupo Joven en la Hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno, María Santísima de las Lagrimas, Santa Cruz en Jerusalén y San Juan Evangelista, por acordarse de este humilde hermano para pregonar a los cuatro vientos su FE CRISTIANA y su amor a CRISTO Y MARIA.

 

Reverendísimo Cura Párroco

Autoridades Civiles

Hermano Mayor de nuestra muy querida y Venerable Hermandad

Hermanos Mayores y representantes de las Cofradías de Penitencia de La Puebla

Hermandades de Gloria y fieles moriscos

Amigos y paisanos todos

 

 

No recuerdo la fecha exacta, oficial, de mi vinculación a esta Venerable Hermandad. Han pasado muchos años: ¿34, 36, 38...? Que más da. A veces y una vez pasados los cuarenta, ni siquiera recordamos la edad que tenemos.

 

Recuerdo que era un niño y que corrían años difíciles en nuestra tierra. Años en los que gran parte de nuestras familias se encontraban rotas por la emigración. Años en los que nuestros padres para sacar su familia adelante, debían buscar en otra tierra          -Alemania, Francia, Suiza, Ibiza- el sustento que esta tierra nuestra les negaba.

 

Recuerdo que cada año pasada la cuaresma, los chiquillos de la calle La Luna, junto a algunos de la Plaza Nueva y de la calle del Sol, nos reuníamos en torno a la casa de Rosario "la Paraeña" y en un intento de emular a los mayores, montábamos nuestros pequeños pasos a semejanza de aquel Nazareno que colgaba en la pared del primer cuerpo de su casa. No faltaba el Cirineo, ni las velas, ni las flores, ni los faldones del paso. Tampoco las desentonadas saetas de unos niños con incipiente fe. Ni la música. Una banda improvisada, en la que las latas de tomate sustituían a los tambores de marca y las varetas de olivo a los palillos de los músicos de verdad, abría el cortejo...

 

Recuerdo como cada año llegados los días del reparto de túnicas, iba en compañía de mi primo Juan Ramón (mayor que yo él), a pedir a mi madre que me dejase vestir la túnica nazarena en la madrugada del Viernes Santo y así, poder hacer la estación de penitencia junto a ti Jesús.

 

También recuerdo su respuesta y su negativa constante a ello hasta que mi padre regresase definitivamente de Alemania. Recuerdo el llanto desconsolado de un niño que quería revivir el sufrimiento de Jesús en su subida hacia el Calvario.

 

Creo que fue en el año 69, o tal vez en el 70, el año en que la fuerza de nuestra insistencia (la de mi primo y la mía claro está), superaron la tenacidad de mi madre, que no quería romper con lo que ella misma se había prometido.

 

Deprisa y corriendo tuvimos que buscar una túnica. Primero a la Hermandad. En aquellos años no teníamos Casa de Hermandad. Las túnicas se guardaban en la casa del Prioste. En aquellos años era "Pineda" y vivía en la calle del Sol. Me probé varias y ninguna me venía. Por momentos pensaba que aquel año tampoco podría hacer la estación de penitencia. La incertidumbre y la angustia se apoderaban de aquel niño que deseaba enormemente seguir tus pasos, alumbrarte con su cirio en tu caminar por las calles de La Puebla y hacer de "cirineo acompañante" para que tu camino fuese más llevadero.

 

Por fin, tras unos días de búsqueda, alguien -creo que Jesús Martagón, el que hoy es nuestro Hermano Mayor- me dice, que su hermano José -tenía más o menos mi talla- no se vestía ese año, que fuese a su casa a recoger la tan ansiada túnica. Corrí hacia la calle La Cilla como si la vida me fuera en ello.

 

 

Que alegría Señor

Que enorme alegría tener

La túnica morada entre mis manos

Poder ceñir el cinturón y el cíngulo de esparto

Poder vestir por primera vez

La túnica nazarena

Poder seguir tus pasos

 

Desde aquel día han pasado más de treinta años; más de treinta años siguiendo tus pasos y pidiéndote fuerzas para continuar, al menos, otros treinta más.

 

Antes que eso recuerdo una anciana de unos ochenta años. Una anciana que con caminar cansino me cogía de la mano y me llevaba a casa de Dolores "la Zoguilla". Allí me compraba pipas que envolvía en un cartucho de papel de estraza. Una anciana que vestía el "hábito morado" de por vida y que profesaba una gran devoción por la Santa Cruz. Por esa Cruz, Jesús, que tu llevas sobre tus hombros. Una anciana Señor, que llegado el mes de Mayo hacía de su casa un Altar de profesión de FE, y donde muchas vecinas se acercaban a rendir culto a la Santísima Cruz. Carmen Corona se llamaba esa anciana y era mi abuela.

 

No sé si fue ella Señor la que me transmitió, a través de los genes, el amor y la devoción a Jesús y a su Madre, María Santísima de las Lagrimas. Igual que no sé, si fueron los Rivero o los Corona, los Cabello o los Zamora, los Fernández o los Lavado, los De la Cal o los Rosa. De verdad que no lo sé. Aunque de una cosa estoy seguro. Fueron los genes  maternos los que forjaron mi sentimiento cofrade, un sentimiento que se ha transmitido de generación en generación, y que hacen que por mis venas corra sangre nazarena.

 

 

 

LA FAMILIA Y LA MADRE

 

 

Estoy hablando de la Familia, esa primera cavidad donde se desarrolla la vida del hombre. Es ahí, en la Familia, donde ha surgido, desenvuelta e incrementada la vida y esencia de nuestra Semana Santa.

 

Es la Familia la que aglutina los contenidos básicos de nuestra existencia y, en concreto, de nuestra vida cofrade; en ella se comentan los preparativos; se ejerce el impulso que da a La Puebla esa fisonomía propia con un ir y venir de chiquillos a Casa de Joaquín Sánchez en busca de sus capirotes; con las tertulias en los bares y en las Casas de Hermandad; con la cartelería expuesta en cá Joaquin el de la JJ Doble.

 

Es en la Familia donde una cosa tan simple y sencilla, como son los dulces que acompañan a toda festividad, tiene una evocación de recuerdo para alguno de sus miembros:  "... que sí, que era una maestra en esos menesteres, que como ella no había quien hiciera las torrijas". Es allí donde se planchan y arreglan las túnicas y donde se comenta todo lo relativo a la próxima estación de penitencia: ¿cómo va este año Jesús? ¿Qué túnica lleva? Pues a mí me gusta más... Y la Virgen ¿cómo va la Virgen?. A ver si este año sois capaces de ir más ordenados. Y procurar que los nazarenos no se salgan de la fila, que eso queda muy feo... Todo esto se habla en familia.

 

Y en el centro de la Familia, la madre ejercerá el papel de protagonista absoluto.

 

Hay madres que dicen: " Me gustaría meter a mis hijos en una especie de urna de cristal para que ni el aire los roce". Vosotras madres de La Puebla sí que sabéis estar en vela día y noche si es preciso, para que el hijo de vuestros amores no padezca ni sufrimiento alguno. Mujeres, hermanas, novias y madres de esta Puebla, sois lo mayor de nuestro Pueblo. Nadie, ni nada, puede sustituiros en nuestras Hermandades y  Cofradías. Sois las que dais y tenéis la vida en familia; las que con vuestro amor inconmensurable, me atrevería a decir que casi infinito, nos enseñáis desde la cuna misma, que es lo que debemos, o no, hacer. Madres, hermanas y novias de cofrades, ¡que papel y que puesto tan bonito tenéis en las Hermandades!. Estoy seguro que, sin vosotras, no existirían.

 

Madre de ese niño que viste la túnica de su Hermandad con un dobladillo que se irá descosiendo en la misma medida en que él se vaya haciendo hombre.

 

Madre de niño, al que para iniciarlo, vestiste por primera vez de "hebreo" junto al paso de la "Borriquita".

 

Madre de ese nazareno que subió al cielo a temprana edad, sin ni siquiera haber sentido el gozo de vestir esa túnica que ahora llevan sus hermanos; porque también en nuestro cielo hay Ángeles vestidos de nazareno.

 

Madres, sois las únicas que me podéis contestar cómo sería la preocupación de María aquella mañana del Viernes. Nadie como vosotras estáis capacitadas para saber dónde llega el límite, si lo hay, del amor por un hijo. Habéis sentido en vuestras entrañas la gestación de un ser al que dais toda vuestra sangre y vuestro cuerpo para protegerlo. Y ese florecimiento real que tiene lugar durante nueve meses después se convierte en un deseo, en ansias constantes de estar pendiente de él para que nada le ocurra. 

 

Madres y mujeres de mi Puebla, para vosotras quiero tener esta mención especial, porque estar seguras, que sois la autentica sal y la verdadera vida de esta Bendita Tierra de María Santísima.

 

Imaginemos por un momento aquella Jerusalén en el amanecer y primeras horas del Viernes de Pascua. Jesús prendido, juzgado, azotado,  sometido a las burlas de la muchedumbre... Figuraos cómo habría de ser la preocupación de la Virgen Nuestra Señora, Madre de Jesús. Qué dolor y que tormentos no tendría aquella mujer humilde y sencilla de Nazaret esa trágica mañana, ante aquel maremagnun de acontecimientos que estaba viviendo. Cómo tuvo que ser su dolor y sufrimiento, cómo tuvo que ser su llanto de Madre Desamparada. ¡Cuántas Lagrimas no debieron correr por su rostro, sabiendo que no lo volvería a abrazar ya mas que muerto, al pie de la Cruz descendido!

 

 

Madre y Señora

Nuestra de las Lágrimas

Flor humilde y sencilla

Que habita la Candelaria

 

Que dolor atravesó

Tu sentimiento y tu alma

 

Tu faz de niña bonita

Nunca se vio tan marcada

 

Por eso Virgen de las Lágrimas

Tu desamparo me lleva

A que acudan sin rubor 

Lágrimas a mi cara

 

Qué dolor tan profundo

Qué dolor a ti te amarga

Para convertirse llanto 

Cuando por La Puebla pasas

 

La profecía de Simeón

Fue una premonición anunciada

 

Luego la huida a Egipto

La pérdida del Hijo

El encuentro camino del Calvario

El Descendimiento y 

El Entierro

¿Cabe más dolor en tus entrañas?

 

Qué dolor tan profundo

Qué dolor a ti te amarga

Para convertirse en llanto

Cuando por La Puebla pasas

 

La Puebla llora tu pena

Desde la Foronguilla a Piyaya

Y quiere quitarte el llanto

Entre suspiro y plegaria

 

Para señora tu paso

Que las Virtudes se abra

Que las lágrimas de tu cara

Se convierten en palomas

Cuando por La Puebla pasas.

 

 

 

LA PUEBLA: EL MARCO...

 

 

¡Sí! Por La Puebla. Porque La Puebla, llegadas estas fechas se transforma en una pequeña, pero renacida Jerusalén. Toda ella se transforma: desde Plaza Vieja a Convento y desde San José a Santa Ana. Sus calles, sus plazas, sus casas, sus gentes... el blanco de la cal lo envuelve todo. Sus campos, sus jardines, sus naranjos en flor, los limoneros de sus patios... desprenden olor a savia nueva. 

 

El aroma del azahar, se alía embriagador y absoluto a los aromas del incienso, de la cera, de los nardos, de los claveles de sangre. Inunda los templos. Es primavera, es Semana Santa.

 

La iglesia de las Virtudes y el Convento de San Francisco, ven perturbado su silencio monacal por ese fluir de gente que necesitan estar ahí junto a su Dios. Son muchas las personas que desean formar parte de las filas de penitentes con la túnica nazarena.

 

Una atracción que no cambia desde que el niño de corta edad, consolida la tradición que nace en la propia familia por motivos generacionales.

 

Por muy repetida que pueda parecer una escena cada Semana Santa, el cofrade siempre encontrará un encuadre inédito: el varal, la flor, la cera, el exorno de la imagen, la música. Todo quedará grabado en la retina para esa historia impersonal de las vivencias renovadas de cada año.

 

El ciudadano y el visitante, no son meros espectadores de los acontecimientos. Vibran, participan y se integran en una manifestación que se perfecciona cada año, por la fina sensibilidad de todo un pueblo, ¡que quiere mostrar la Pasión de Cristo! ¡que la quiere vivir! Que la quiere ofrecer, con una estructura personal e intransferible.

 

 

JESÚS TAMBIÉN PERDONÓ A LOS TRAIDORES

 

 

Las cofradías con sus imágenes de Cristo y María como principales protagonistas, son el eje central de nuestra Semana Santa. Pero también hay católicos menos practicantes, católicos más apartados de la Iglesia. Agnósticos que sienten la atracción de participar, como sujetos menos activos, en la solemne conmemoración que prepara y se entiende, de una manera especial, sin fanatismos, con clase, en nuestra tierra.

 

Muchos de estos últimos se atreven a compartir las trabajaderas de un paso, a vestir la túnica nazarena, a utilizar el martillo de un paso de Cristo o de un paso de palio.

 

Las cofradías les ofrecen la posibilidad de que puedan vivir, aunque sea una vez al año y por el prodigio estético, en un ambiente menos materialista, en un mundo con Cristo y María presentes, junto al Nazareno, junto al Crucificado, junto al Redentor. Que les enseñará a pedir perdón, a reflexionar, a ejercer la caridad.

 

Jesús, con toda la carga de responsabilidad, también perdonó a los traidores, a los Judas, a quienes le golpearon y maltrataron...

 

 

JESÚS ES LA FUERZA

 

La figura de Jesús es la Fuerza. 

 

Ya la representemos Crucificada o Cautiva, Caída o Presentada, Cargada con la Cruz o Vendida, Agonizante o Muerta. En la figura de Jesús vemos por fuera al hombre y sabemos, que latente, Dios está allí dentro, aunque solo sea el hombre quien tenga el protagonismo.

 

Jesús, es el poder de la Pasión que representa. La otra cara de la moneda donde ya hemos visto a María tan dulce como tierna. Tan delicada como dolorosa, tan madre traspasada de dolor como esperanzada de esperanza. La Puebla, sabe que habrá de ser fuerte con María, cuidadora y delicada, piropera y galante, amiga y doncella. La Puebla trata a María con manos de mujer y a Jesús lo mira con respeto de hombre.

 

Jesús no admite, por más que lo levanten, por más que le canten, ni por más que le digan, ni La Puebla se lo da, otro trato que el de la humana divinidad de quien es el Salvador. Y lo sabe. La Puebla, a María la conforta. A Jesús, le pide fuerzas.

 

La Puebla, podrá fiarle su esperanza a María, pero a Jesús lo llama cuando ya no puede más. Cuando sabe que el problema, solo en Él tiene la solución.

 

Jesús es la Fuerza.

 

Si, ante María, aunque ella esté expectante, La Puebla llega con animo de socorro, ante Jesús, aunque lo vea muerto, le pide. Sabe que, por pocas fuerzas que le queden, es la Fuerza.

 

La Puebla, cuando se pone delante de Jesús, sabe que está ante Dios hombre, y eso, no es cualquier cosa.

 

 

Y PARA JESÚS UN ALTAR

 

Y por Altar, un paso

Neobarroco churrigueresco

Dicen los que de esto saben

El que salió de las manos

De Manolo,

El de los Guzmanes y Bejaranos

 

¡Vaya trianero con arte!

 

Que no le falta de ná

A esa Catedral andante:

 

Las Virtudes y San José

Los Patronos de la Villa

 

Santa Ana y la Virgen niña,

Nos recuerdan,

A la Madre de tu Madre

 

Y a ese barrio nazareno

En que La Puebla fundara

Esta Hermandad itinerante

 

San Cristóbal nos recuerda

Que también los camioneros

Llevan a Jesús muy dentro

 

Y el Sagrado Corazón

El amor de todo un pueblo

Por esta imagen bendita

Que la gubia de Rivera

Tallara con tanto esmero

 

¡Ay! Mi Virgen del Socorro

¡Ay! Virgencita del Carmen

¡Patrona de los marineros!

Que en La Puebla también hay

Aunque sea de tierra adentro

Quien cruza el mar cada año

Una vez pasó el invierno 

 

¡Ay! Virgen de la Candelaria

la Patrona del Convento

y Santa Justa y Rufina

Patronas de los tejeros.

 

Y en las esquinas del paso

Cuatro Evangelistas, cuatro

San Juan, San Mateo,

San Lucas y San Marcos

 

Y allá arriba en el canasto

Guardabrisas encendidos

Y una alfombra de claveles –rojo sangre-

Que a ti te alivian el paso

Y cuatro faroles de plata 

Para iluminar el rostro 

De Jesús el Nazareno

 

 

Y PARA TI VIRGEN MÍA, UN TRONO

 

Y para ti mi Virgen bonita, Virgen mía de Las Lágrimas. No pienses que me olvido de ti, no.

 

Tu paso palio no es un Altar, no

Tu paso palio es el Trono 

Con el que estás en el Cielo

 

Villarreal cinceló

Tus varales y tu peana

Y los candelabros de cola

Que te iluminan el alma

 

El puñal y la Corona, de Román Seco

Como los respiraderos

Aquellos que antes llevó

Tu hermana del Baratillo

La más grande de Triana

 

Juana Mª. Ibáñez, te ha dibujado la saya

Y restaurado el manto, que las Antúnez bordaran

Y en el Cielo de tu Trono: un tesoro,

De otra hermana

Aquella que por flamenca y por gitana

Fue de Angustias coronada

 

Virgen mía de las Lagrimas

No sé si algo te falta

Unas jarras violeteras, y unos candelabros de plata

Para iluminar tu cara

Virgen mía Desamparada

 

 

Y LA IMAGEN MUEVE A DEVOCIÓN

 

Entre palmas y hosannas, se abre la Semana Santa. Sin acercar a creer lo que nuestros ojos están viendo: Cristo entregado y escarnecido, condenado a muerte y lleno de burlas, azotado y puesto en el monte como Crucificado, pero al tercer día resucitará.

 

Revuelo infantil, revuelo

Donde se agitan las palmas

Como suspiros de almas

Como banderas al Cielo

Gozosos llevan tras de sí

A una humilde Borriquita

Y la voz de Dios que grita

“Dejad que los niños se acerquen a mí”

 

Los imagineros pusieron sus manos sobre la madera y la llenaron de belleza. Copiaron sentimientos y misterios. Y dijeron, que también hablar se puede con la gubia y el escoplo, palabras que repetían las que oyeron al Maestro.

 

Y la imagen mueve a devoción y se hace medio para una catequesis que instruye y evangeliza. Tiende a trascender y a hacerse vida. No en la madera, sino en el testimonio visible del hombre creyente. 

 

Y mirando la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno, el hombre cristiano vive aguardando el retorno de su Señor. Viéndolo yacente en el Sepulcro, sabe por su Fe, que el Señor muerto ha resucitado y está vivo. Contemplando a Ntra. Sra. De las Lágrimas, comprende su obligación de recibir a María en su casa y de tenerla como Madre y modelo de imitación.

 

 

 

 

LA CRUZ ESTARÁ EN LOS HOMBROS

 

Las Cofradías en Semana Santa y con sus imágenes, recorren en procesión de penitencia, las calles por las que todos los días vamos peregrinando envueltos en mil quehaceres, hacia el santuario de Dios.

 

Cristo es el que camina y los hombres quienes lo llevan. Túnicas y cirios, pasos y cruces, imágenes y nazarenos se hacen vivo lenguaje que solamente puede hablarse con una palabra: el amor de Dios hecho humanidad en Jesucristo.

 

La procesión recuerda el peregrinar de Jesús por este mundo. El nazareno que quiere seguir a Cristo en ese caminar penitencial, no debe perder en el olvido, que si el compañero de camino es Cristo y con El hace peregrinación, la Cruz estará en los hombros. Debe llevar mientras camina, las manos y el corazón abiertos, debe tener Fe. Una Fe muy grande Él y en todo  lo que le rodea. Una Fe muy grande en Dios. Pues sin ella, ni penitencia ni camino, tienen sentido.

 

 

LA MADRUGÁ

 

 

Esa Fe que hace que hoy, 29 de Febrero, por nuestra cabeza se repita martilleante una frase: “Faltan 39 días para la madrugá”. Esa madrugá que parece igual, pero que es distinta cada año. Esa madrugá que para muchos hombres y mujeres de La Puebla comienza cuando el Convento de la Victoria cierra sus puertas tras la entrada del Cristo de la Veracruz  y Ntra. Sra. De la Soledad.

 

Esa “Madrugá” que llega a su punto culminante a las 6 en punto cuando las puertas del Convento se abren a La Puebla de nuevo y el gentío que aguarda expectante en la Plaza, ve aparecer, seguida por dos interminables filas de nazarenos, esa Cruz de Guía que marcará el camino de toda la Estación Penitencial. Esa Cruz que un día, siendo todavía un niño, me dio miedo coger y que un año más tarde, cuando la tuve entre mis manos, me abrazó y se hizo mi compañera inseparable, cada Viernes Santo, hasta hoy.

 

En el silencio de la madrugada se oirá la primera llamada del capataz, y a partir de ahí, solo El y su Madre serán los protagonistas. Con paso firme, con la Fuerza que solo Él tiene, caminará hacia la puerta. Esa puerta que es punto de partida y de llegada a un tiempo. Esa puerta que conduce hacia el calvario de los hombres, hacia el calvario del mundo de hoy: un mundo desequilibrado en el que todo se centra en lo material, y que conduce al hombre exclusivamente por el cauce de los sentidos y de las cosas; del consumismo en definitiva, como género de vida.

 

Hoy, la droga, el paro, y el gasto exagerado y dilapidante de cosas innecesarias, se han instalado en medio de nosotros de manera preocupante. En esta sociedad consumista, que nos puede llevar al anonadamiento, es cuando más se torna preciso cerrar filas en las Hermandades y Cofradías para reflexionar como son nuestras relaciones con los demás; no las de los demás con nosotros. ¿Qué hacemos por los demás?...Debemos preguntarnos.

 

“Si no aprendemos a limitar rigurosamente nuestros deseos y nuestras exigencias; a subordinar los intereses a criterios éticos y morales, la humanidad entera se desgarrará entre sí”, escribió hace años un Premio Nóbel.

 

Por ello, desde nuestras Hermandades y Cofradías, hay que hacer un constante ejercicio de solidaridad, basado en el amor, que nos lleve a erradicar las plagas del tiempo que nos ha tocado vivir. Debemos intentar con todos los medios a nuestro alcance, nosotros los cristianos comprometidos y cofrades implicados, promover el Humanismo Cristiano, como proyecto de paz social, basado en la justicia y la libertad; debemos poner la luz encima del candelero que supongan el apoyo y la entrega al prójimo, y nunca debajo del celemín de nuestro egocentrismo y ambición, porque así jamás daremos testimonio de los deseos de Jesús para con nosotros.

 

Jóvenes de la Hermandad en Ntro. Padre Jesús Nazareno. Al pregonero le habéis abierto en estos meses vuestra confianza, vuestras ilusiones. A pesar de la distancia, os he conocido por dentro. Sé cuanta esperanza ponen las Hermandades en la plantilla de cofrades jóvenes, sangre nueva, impetuosa. Vosotros los jóvenes sois el futuro. Pero ese futuro tenéis que trabajarlo vosotros, tenéis que ganarlo, tenéis que conquistarlo vosotros. Y como cristiano y cofrade os digo, que lo hagáis pensando en Cristo Jesús.

 

La Puebla hoy, como cualquier otro pueblo, está mejor que ayer. Pero esa mejoría no quiere decir que no existan gentes con problemas, de una índole o de otra, gente que necesita de los demás. Faltan personas que aparquen su individualismo egoísta y que recojan las necesidades de estas gentes; alguien que les oiga, les ayude y les asista, de ser humano a ser humano. Alguien que no los mire como al desecho de la sociedad, como a la basura del consumismo.

 

Nuestra Hermandad, vosotros y yo, sabemos que los marginados son “residencia del Señor Jesús”; en ellos habita. Jesús no dijo que estaba en los hambrientos buenos, en los mendigos honrados; dijo simplemente que está en los hambrientos, en los sedientos, en los desnudos, en los presos... en los necesitados en definitiva. Si los jóvenes afrontáis el problema, participáis en la búsqueda de soluciones, crearíais una espiral de iniciativas. Yo que os conozco me atrevo a decir que ibais a resolverle a La Puebla una carencia de amor y sin duda, a mejorar su futuro.

 

Pero, volvamos a la madrugá. Jesús ha dado la primera “chicotá”.

 

La Soledad, triste y llorosa, tras seguir los pasos de su Hijo muerto unas horas antes, cambiará la faz de su rostro y sentirá el consuelo y la alegría de verle caminar hacia el encuentro con su pueblo.

 

Nuestra Sra. De los Dolores le mirará a la cara frente a frente y sentirá la angustia y el dolor profundo de quien espera el trágico desenlace de la muerte de su Hijo.

 

Tras una breve parada bajo el dintel del coro, de nuevo el sonido seco del llamador y la voz rota del capataz:

 

¡Puiii...! ¿Estamos?

 

¡Estamos!

 

Vamos con Él. ¡Todos por igual, valientes!

 

Poco a poco, menos paso.

 

Silencio. Solo se oye el crujir de la madera y el rachear de los pies del costalero.

 

Sergio... ¡Llámate!

 

¡Abajo!

 

Vamos... ¡Arriba con El valientes!

 

¡Que estamos en La Puebla ya!

 

Y cuando el paso queda fuera, tras el triunfal himno de cornetas y tambores, ante la emoción contenida y el nudo en la garganta de la gente que se agolpa en la Plaza, surge esplendorosa, la Saeta, la primera Saeta de la madrugada morisca.

 

Como no tenían naíta que hacerle

Le escupen y le abofetean

Y le coronan de espinas

Y la sangre le chorrea 

Por su carita divina

 

***

 

Sobrelleva la Cruz de su agonía

Descarnando sus pies en la andadura

Sube por el sendero, con dulzura

A cumplir la Sagrada profecía

 

Y con esto ya está casi todo dicho. Podía seguir hablando de los sentimientos cofrades. De lo que debe sentir el costalero que siente el peso de la trabajadera sobre su cerviz, del “aguaor”, del pertiguero, del penitente que cumple su “promesa” detrás del paso, de cada uno de los elementos que participan en esta manifestación de Fe. Pero eso sería hacer el Pregón de cada uno de vosotros y, eso amigos, os corresponde a ustedes. 

 

Solo me queda, rendir con mis palabras un pequeño homenaje a esta Banda que hoy nos acompaña.

 

Póngase una trasera de palio

Arriando esos zancos por parejo

Dice la voz de terno negro del contraguía

Póngase, las interrogaciones de plata de dos candelabros de cola

Póngase un Preste, póngase una escalera

Póngase un apagavelas humeante y ceruleo

Póngase un cántaro, una latilla de agua

Póngase una camiseta sudorosa

Un costal enrollado sobre la morcilla

Póngase un olor a flores que se van

Póngase un barrio, una noche, una luna

Póngase un balcón, una saeta

Póngase La Puebla

 

Una vez puesto todo esto

Sóla vendrá una Banda que el paseillo parece que haciendo viene

De acostumbrada que está a los otros silencios

Los “silencios” de La Puebla junto al silencio de Dios

Porque en La Puebla, también se puede oír el silencio

Ese silencio que nos dice

Que en la calle está el Hijo de Dios vivo

Que pasa el Hijo del hombre

El que es Dios desde la eternidad

Y hombre desde la encarnación

El que penetra con su trascendencia 

En lo más oscuro de los problemas humanos

 

 

Ramón Guerrero Rivero

 

La Puebla de Cazalla, 29 de febrero de 2004.

   
© 2013 Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Todos los derechos reservados.